Hacia los Alpes nos fuimos cuatro ciclolisteros (o tres y medio, como luego se verá). Éste es el relato de nuestras aventuras en una región donde lo que no sube, es porque baja, y si no, es que va apajarado.
Gracias a Sergio por enseñarnos a distinguir los puertos de las cuestas, a Pablo Bueno por conseguirnos el escaner (que aprovecharemos mejor otra vez, a nuestras chicas por permitirnos el escaqueo, a los dioses de las montañas porque sólo llovió un día y a las autopistas estelares galas por facilitarnos este salto en el hiperespacio...