El tiempo está siendo bastante caluroso día tras día. Nos regocijamos al pensar en noches fresquitas bajo las montañas, arropados dentro de las tiendas durmiendo plácidamente, lejos de los agobios y ventiladores de nuestra casa. Con esa idea y esa ilusión iniciamos el viaje hacia el Pirineo francés, mi mujer, mi hija y yo.
A las 8 de la mañana, está todo listo y salimos por el camino más recto: Nonaspe – Mequinenza – Fraga – Monzón – Barbastro – Ainsa, con la tranquilidad de quien va sin horarios que cumplir. Avanzando el día, el cielo se ha ido llenando de nubes. Pasado el pueblo de Escalona, nos desviamos hacia Tella, en una carretera siempre ascendente, sorprendentemente ascendente, para visitar uno de los monumentos megalíticos más curiosos de Aragón: el dolmen de Tella.
Lamenteblemente, al poco de llegar al pueblo, se desata un aguacero como hacía tiempo no veíamos. Más de una hora metidos en el coche sin poder salir, dejando pasar el temporal. La gente que visitaba las ermitas de la zona, el dolmen, el pueblo colgado en la montaña, se precipita a sus coches y como nosotros, permanece dentro esperando.
Eran más de las cuatro cuando pasó la tormenta, y con todo embarrado y una niebla que se hacía cada vez más espesa, decidimos bajar de nuevo rumbo a Bielsa, y dejar la visita al dolmen para mejor ocasión. Al principio sin visibilidad apenas, luego se fue aclarando el cielo, y en Lafortunada, retomada la carretera nacional, paramos a echar gasolina al coche con un tímido sol renaciendo de nuevo.
Llegamos a Bielsa. Es un pueblo precioso que ya hemos visitado en más de una ocasión. Después de comer los bocadillos previstos, entramos en un bar junto a la carretera para tomar un café, y veo en la televisión el final de la etapa en que Pereiro le ha sacado una minutada a Landis y es líder del Tour. ¡Carallo con el gallego! Dejamos el coche en las piscinas de la entrada del pueblo y realizamos la excursión a pie que teníamos proyectada para esta tarde. Se trata de un sendero marcado como PR (Pequeño Recorrido) que asciende entre un bosque espeso, para llegar al embalse de Pineta, luego cruzar a Javierre y volver a Bielsa después de unas dos horas de precioso paseo.
En medio de la naturaleza, descubrimos un mirador sobre Bielsa, con carteles explicativos sobre la Guerra Civil que asoló estas tierras, con el incendio casi completo de pueblos como Bielsa o Parzán; y sobre el contrabando fronterizo, medio de vida frecuente de otros tiempos. El camino nos conduce paralelo a un canal que lleva el agua desde el embalse de Pineta hasta Tella, donde se precipita sobre una central eléctrica. Seguimos hasta cruzar la presa del pequeño embalse que sirve de entrada al valle de Pineta y descendemos vertiginosamente hasta Bielsa pasando por la plaza llena de comercios y turistas.
Decidimos que era hora de plantar la tienda en el valle de Pineta, en un área de acampada a 200 mts del Parador Nacional, al fondo del valle. Un lugar idílico. No lo sería tanto aquella noche, pues aún estábamos terminando de cenar, cuando un nuevo aguacero nos hizo meternos en el coche a terminar nuestros platos, y refugiarnos en la tienda después, para quedarnos toda la noche oyendo el pequeño diluvio universal que caía sobre aquella pradera rodeada de montañas de 3.000 metros de altura. A ratos temíamos que saldríamos flotando.